Al llegar a la entrada número 50 dije que escribiría sobre mi grupo de cabecera (predecible), The Beatles.
Como todo en mi vida, el plan cambia cada cinco minutos y decido una cosa diferente. He decido ocupar esta entrada con el disco “19 días y 500 noches” por dos motivos: Joaquín Sabina es uno de mis cantautores predilectos y el álbum cumple 15 años.
En septiembre de 1.999 llegaba a mis manos un regalo de mis padres que no pude esperar a llegar a casa para abrir. El coche de mi padre, un Opel Vectra azul -incomodísimo, por cierto- se convertía en nuestro The Cavern particular. Una tarde de impresiones. Lo primero: la portada. Recuerdo que Sabina acababa de pasar una etapa turbia y su gesto en la portada parecía reflejar “sigo demasiado vivo para que nadie pueda matarme”.
Puse el disco y la voz me chocó. Más desgastada de lo normal. Recuerdo que mi padre me miró en el coche y dijo “¿éste es Sabina?”.
Enseguida comenzó a sonar “Ahora que…”, “19 días y 500 noches” o uno de mis temas favoritos: Barbi Superstar. “Joder papá –pensé- sí que es Sabina. Y ha vuelto mejor que nunca”. Demasiado rock para digerirlo en poco tiempo.
“Dieguitos y Mafaldas”, “El caso de la rubia platino” o “Cerrado por derribo” fundían el disco con pasos de gigante. Pero mi mejor recuerdo fue al escuchar “Noches de Boda”. Mi padre miró cómplice a mi madre. Ellos sabían a quién pertenecía la voz rota del comienzo. Me explicó que era de Chavela Vargas y me prometió enseñarme algo de su música que había por casa cuando llegásemos. Aquella tarde fue perfecta. Comenzó el gusto por la mitomanía musical. Solo repetía a los amigos del colegio “Tengo el nuevo disco de Sabina. ¡Vaya! Y canta Chavela Vargas”.
Una de las obras maestras del ángel caído de Úbeda para esta entrada número 50. Al final, como decía un buen amigo, “como siempre están, los Beatles siempre pueden esperar un poco más”.