Con derecho a… (Rozalén)

Sin título«Mañana, dice, al salir el sol se habrá borrado -para siempre- del colchón tu olor.»

Y así comienza, con toda la fuerza que pueden traer los galopantes vientos de La Mancha, el álbum debut de Rozalén.

Recuerdo la primera vez que me enfrenté a este disco. Y sí. Digo bien. Me enfrenté. La voz de María Rozalén me dejó en fuera de juego. Fue una batalla interna. Un buen amigo dejó en la mesa su última compra: Con derecho a… y me obligó a quitar a Brenda Lee. Para mi, era ya, una enemiga en mi territorio.

Tardé medio café y dos cucharadas de azúcar en enamorarme de una mujer que nace cuatro días antes que yo. Recuerdo engancharme a ella mientras sonaba «Comiéndote a besos«. Una declaración de amor y pundonor, llevados al horizonte donde las palabras bailaban (también).
Repasamos el disco hasta en tres ocasiones. Una por desvirgarme. Otra por placer y una tercera, sinceramente, por no levantarme a preparar otro café.

Pensé, apagando un cigarro, «Las hadas existen» suena tanto a Joan Baéz. Quizá ni lo haya escrito pensando en ella y sin intenciones revolucionarias, pero ¡joder! suena tantísimo a Baéz. Lo tiene todo.

Apuro el café y esucho, por primera vez, «Alivio«. Me acaban de desnudar. Todo el rock, todas la posturas, todas las maneras y todo los límites se desploman. Quedo a los pies de una melodía tan sencilla como magnífica. Sin que ella lo sepa acaba de aparecer en el salón. Su voz se mezcla con los hielos que rompen el vaso al tragar.

Aterrizamos, al fin. Dos días después su disco está danzando entre mi colección. No hago nada sin pasar por los «Susurros de papel«, «para los dos» o «levántante«. Su disco, culpa de mi enfermiza manía de ordenarlo todo, se acuesta entre discos de los Stones y Tom Petty.

Quien siguió la consiguió, claro. ¿Quién nos iba a decir, si no, que la magia es inmortal?

Dear Great Canyon (Joana Serrat)

Sin títuloMe encuentro de frente con un disco de alguien que desconozco. El disco lleva por título Dear Great Canyon. A primera vista podríamos imaginar paisajes canadienses que, por ejemplo, nos evocara Hey Rosetta! Pero no. Esta vez no hace falta ir allí (de momento). Joana Serrat está más cerca.

Dear Great Canyon podría ser la estampa natural de Vic.Al realizar la primera escucha del disco, que llega a mis manos a través de un regalo –y mejor recomendación- , me encuentro con Flowers on the Hillside y The Blizzard. Enseguida me atrapa su voz. Me desarma y me deja con ganas de más.

Temas como Green Grass o The Wanderer, aún siendo letras interioristas, me transportan a algunos discos de Joan Baez. No puedo dejar de esperar al siguiente tema.

Estoy llegando al final del disco cuando escucho The Secret. Estoy dando las gracias por escrito a la persona que me hace tal regalo: “Creo que no sabes lo que me has regalado. Supongo que cuando alguien escuchó The Freewheelin por primera vez, si hubiera tenido whatsapp, habría escrito algo parecido: esto es una joya. Mil gracias”

Me imagino el disco como un libro, ahora abierto. Tiene un comienzo suave, que encandila y no mira a los ojos. Va a terminar invadiendo tu espacio con Place Called Home. Un final apoteósico lleno de descaro.

Sin duda una sorpresa grata de este año. La música tiene suerte de tener defensores como Joana Serrat. El folk, que duerme amparado, tiene algo qué decir sea como sea: en inglés o en catalán.