Sin Documentos (Los Rodríguez)

Sin títuloAunque aún no he hablado de él, mi disco de cabecera de los Stones es el Sticky Fingers. Hablamos de una de las joyas de la corona de los londinenses por su ritmo, sus temas y la repercusión que aún mantiene (Brown Sugar o Wild Horses son ejemplos evidentes).

Pues bien. El disco al que hoy doy salida creo que es el Sticky Fingers de Los Rodríguez: Sin documentos.

El álbum, publicado en el año 1.993, refleja el estado del rock hispano-argentino de la época. Andrés Calamaro y Ariel Rot son los –mejores- maestros de ceremonia que te puedes encontrar y te sirven en frío y sin cabriolas un disco completo.

Pese a que son sus caras las más conocidas, al estilo Lennon/McCartney o Jagger/Richards, la dupla Calamaro/Rot es la última en llegar a la banda. Germán Vilella y Julian Infante son los encargados de completar la formación. A ellos se uniría, intermitentemente, el magnífico Guille “Ráscale” Martín.

Sin Documentos se erige como el abanderado del modelo de cómo hacer un buen disco de rock en castellano a principios de los noventa. Tal es así que prácticamente todos sus temas han pasado a la posteridad cantados incluso por un público ajeno al pop o al rock. Sin Documentos, Pequeño salto mortal, Mi rock perdido o Me estás atrapando otra vez son algunos ejemplos.

Pero qué poco duró este rock&roll de leones.

Honestidad Brutal (Andrés Calamaro)

Sin títuloNos acercamos, de manera estrepitosa, al final de siglo. En 1.999 se edita el álbum Honestidad Brutal. La carrera en solitario de Andrés Calamaro está más que consolidada entre excesos y el devenir de su arte. El disco consigue mantener en vilo al toro y al torero. Con el anterior LP, Alta Suciedad, levantó a la plaza. Con el siguiente, El Salmón, haría que la plaza (quizá de Plaza Francia) se derrumbara de la ovación.

Honestidad Brutal es el compendio, también, de la orfebrería de Calamaro atreviéndose con todos los palos posibles. Pero el equipo titular es indiscutible. El bajo de Candy Caramelo y las guitarras de Gringui y el mítico Guille Martín (Ráscale Guille-Los Desperados).

Personalmente, fue el primer disco del argentino que llegó a mis manos. Desde entonces estaba obligado a seguirlo hasta los confines de sus eternas canciones. Ya saben, si el rock&roll fuera fútbol, Calamaro sería Maradona. Y punto.